domingo, 4 de febrero de 2018

La esperanza muere en la espera



Maldita ansiedad que me mata
Queriendo saber donde estas,
Pero aún más,
Queriendo saber si te importo.

Tu indiferencia me castiga
Como cobrándome las penas que he causado
Y las que pueda causar.

No verte me hace buscarte,
En cada instante vivido,
En cada recuerdo perdido,
En esta memoria vaga
Tratando siempre de hallar
Tu sonrisa que me alegra, 
Que me calma 
Y que inexorablemente me arranca una tímida sonrisa
Hasta en los momentos más tristes.

Tu existencia alegre, amable y tranquila
Hace que mi alma se siente más cálida, 
Eres como un tibio rayo de sol en un frío amanecer.

Cuando llegará el día que no sienta más ansiedad, 
Que termine de pagar con tu indiferencia mis pecados cometidos 
Y los que pueda cometer. 

Cuando será el día que no tenga que buscarte, 
Porque siempre estas para mi 
Y cada sonrisa que figure en tu rostro sea culpa mía, 
Convirtiéndose en un sol de verano, 
En luz que ilumina este sombrío corazón 
Que muere con la  esperanza de tenerte.

  Lía.

domingo, 30 de agosto de 2015

Hoy no quiero estar.

Odio tener un nudo en la garganta 
que el orgullo no me deja convertir en llanto agónico 
o en grito lastimero.

Odio resistirme al dolor
pero no al dolor físico 
ese normalmente banal.

Resistirme a ese dolor que es por todo lado 
y en ninguna parte a la vez,
que lo siento hasta en el aire
y en todo mi ser.

Quisiera gritar 
hablar con alguien
salir corriendo
cambiar todo pero no puedo… 
el orgullo no me deja, 
todo se resume a  un “estoy bien” 
y todo sigue como si nada.

Siento que me hundo 
en un vacio inmenso  de impotencia y resignación.
Solo sé que no quiero sentir más de ese dolor sin sentido, 
sin aparente causa.

Solo sé que basta con mi orgullo 
para regalarle al día que viene una sonrisa, 
una sonrisa hipócrita
esa que todos conocen
y que tanto me caracteriza, 
esa que viene adherida a mí 
y que no me deja ni en el peor de los momentos
ni en la más triste de las ocasiones,
que a veces, solo  a veces, 
me deja descansar para soltar mi llanto, 
ese anónimo y desconocido  por todos,
ese que solo conozco yo 
y claro, mi fiel compañera
desde hace un tiempo, la soledad,
compañera que nunca le dirá a nadie lo amargo de cada lamento.

No quiero llorar, 
no me gusta llorar, 
mañana mi sonrisa hipócrita 
no luciría bien con los rastros que deja un brote de dolor en mí, 
sería una risa hipócrita un poco erosionada por lo intenso del dolor.

Intenso, si,
porque cada dolor se suma a los anteriores
son como presos en calabozos que solo se reúnen 
y salen cada vez que entra un nuevo compañero, 
como si mi corazón fuera un fuerte 
para castigar cada mal momento en mi vida, 
cada desdicha.

Si hoy me preguntan - ¿estás bien?, 
la respuesta es no, 
no estoy bien
tampoco mal, 
solo que hoy es un día de esos 
en que no quiero estar.
Lía